La ciudad de los sueños

Técnica mixta sobre lienzo, 100x81 cm, 2024

Cuando fruto de la pericia y la imaginación de los hermanos Lumière la fotografía cobró movimiento en el Gran Café de París un 28 de diciembre de 1895, había nacido un medio que transformó para siempre la forma que soñamos en el mundo. Ese primitivo cinematógrafo vio la luz con la humildad de una atracción de feria, un entretenimiento pasajero, pero, rebelándose contra ese destino, aquel invento fue el germen de todo un nuevo medio de expresión artística, con su propio lenguaje y sus propios códigos. Si en esas primeras décadas de consolidación, el cine absorbió las maneras de disciplinas más asentadas como la fotografía, la pintura, la literatura o el teatro, por ejemplo, con el tiempo y en contraprestación también dejaría su impronta en sus hermanas mayores. Si un espectador avezado puede descubrir en una película la huella de un estilo pictórico, una escenografía, o una historia ya escrita, de igual modo, por ejemplo, esa misma persona puede darse cuenta como una fotografía o una novela parece condicionada por las claves visuales y narrativas que asociamos al cine. El arte no deja de ser un conjunto de vasos comunicantes, en donde el origen y el final acaban entremezclándose con toda naturalidad. 

Ante nuestra mirada cómplice, durante su relativamente breve existencia el cine ha vivido ciclos de esplendor y declive. De la transición de las películas mudas al cine sonoro, o del blanco y negro al color, el auge y posterior colapso del sistema de grandes estudios, la construcción y desmantelamiento de un imaginario colectivo entorno a Hollywood, la ciudad de los sueños, y el fulgor de su “star system”, o el cine como reflejo de los vaivenes de modas, políticas y anhelos de la sociedad a la que intentaba entretener, documentar o influir. 

A menudo dicen que la experiencia cinematográfica clásica, la proyección sobre grandes lienzos en salas oscuras ha entrado en una crisis permanente, pero dudo que el cine en casa pueda sustituir la emoción de ver un espectáculo pensado para ser disfrutado en gran escala. Un repaso del pasado nos hace entender que en muchas ocasiones se ha querido enterrar al séptimo arte y, aunque transformado, siempre ha sabido salir adelante. 

Parte de esa magia inalterable del cine es la suspensión de credibilidad. Tomando el concepto de dentro y fuera de campo, el cine sólo nos enseña aquello que necesitamos ver para seguir el hilo narrativo. Casi en un sentido metafórico, como ocurre en el teatro, la fotografía, o en otro ámbito más moderno de la vida como son las redes sociales. En todos los casos sabemos que aquello que nos presentan es solamente una construcción de la realidad y no la realidad misma. Somos conscientes de ese engaño, de esa bendita manipulación, pero nos dejamos seducir por ella porque el ser humano siempre ha necesitado que le expliquen buenas historias para seguir soñando. 

¡Larga vida al cine!


 

Enlace en alta resolución: 

www.flickr.com/photos/santasusagna/53744970941

Logo

© Derechos de autor. Todos los derechos reservados.

Necesitamos su consentimiento para cargar las traducciones

Utilizamos un servicio de terceros para traducir el contenido del sitio web que puede recopilar datos sobre su actividad. Por favor revise los detalles en la política de privacidad y acepte el servicio para ver las traducciones.