El museo de los autómatas

Acrílico sobre lienzo, 100x100 cm, 2023

Sigfrido Martín Begué (1959 - 2010) fue uno de los representantes más conocidos de la “Movida Madrileña”, la corriente artística y social que alumbró aquella ciudad en los difíciles años de la transición. Si muchos de sus integrantes se dedicaron a la actuación, la música o la literatura, Sigfrido recibió el cariñoso apodo de pintor de toda aquella generación.

 

Antes de encaminarse profesionalmente hacia los lienzos, un joven Sigfrido se licenció en la Escuela Técnica de Arquitectura de Madrid, unos estudios que luego se verían reflejados en los espacios arquitectónicos de sus cuadros. Por otro lado, de su amor por el vestuario, la escenografía y el teatro, son muestra los maniquíes y muñecos articulados, así como los pinoccios que, a semejanza del personaje creado por Carlo Collodi, habitan sus obras.

 

Del surrealismo hereda su capacidad de inventar objetos y situaciones alegóricas, la fabulación más allá de lo perceptible y lo experimentado. Así encontramos máquinas imposibles dedicadas a la metafísica o la sinestesia, levitaciones e incluso retratos hagiográficos tamizados de modernidad. En su trabajo misterio e ironía se entrelazan con naturalidad, proponiendo una narrativa, una suerte de acertijo al espectador.

 

En el transcurso de su carrera, Martín Begué se asomó a otras disciplinas más allá de la pintura que de alguna manera también conectaban con su mundo interior. Fruto de ese empeño en reinventarse es el diseño de mobiliario, varias colecciones de orfebrería o la comisión de exposiciones, como las dedicadas al arquitecto y pintor francés Le Corbusier, o aquella que rendía tributo a Carlos Berlanga, músico y compañero de generación. En el ámbito escenográfico colaboraría también en los decorados de “La vida es sueño” para el Teatro Español de Madrid (1982) o para “El barbero de Sevilla”, representada en Florencia en 1993.

 

Con su fallecimiento prematuro, se truncaría trágicamente una trayectoria a todas luces prometedora. En la actualidad podemos descubrir su obra en la pinacoteca del Centro de Arte Reina Sofía, el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, la Colección de la Caixa o el Instituto Aragonés de Arte Contemporáneo con sede en Zaragoza, entre otras entidades.

 

 

Sobre la obra

 

 

Quizás el mayor reto, aquello que hace único el trabajo de cada autor, es encontrar su sello particular. En este viaje por el universo de Sigfrido Martín Begué me he dejado guiar por el eco de esa voz, esa singularidad que impregna todos los aspectos de su pintura.

 

En el museo de los autómatas la figura del propio Sigfrido, pincel en mano, está acompañado por un pinoccio que, como el protagonista del cuento de Collodi, ha tomado vida y enseña a su creador un misterioso pájaro con una cola de colores primarios, un motivo que descubrimos varias veces en sus lienzos.

 

Sigfrido empleaba a menudo elementos de la cultura popular como piezas de sus alegorías. A la izquierda de este atelier imaginado, casi en primer plano, la pequeña serpiente de colores es un detalle de “Historias de la Vera Pintura”. Detrás de ella, el artilugio del gran ojo y la quimera referencian a cuadros como “Ciudad de G” o “Simulador”, respectivamente. Si continuamos adentrándonos un poco en la escena, hallaremos un maniquí vestido con unos de los diseños que creó para las fallas valencianas.

 

Una constante dentro del catálogo de Sigfrido son sus múltiples máquinas imposibles, como las destinadas a las catástrofes, los sentidos o la propia pintura. Como recuerdo o reinterpretación, cuelga de una pared un extraño ingenio tubular para crear colores desde el rojo, verde y el azul.

 

Siguiendo en la izquierda, casi alcanzando el fondo, podremos ver parte de un retrato femenino extraído de “Cibeles” sobre fondo rojo o la figura de Zanco Panco que utilizó en “Humpty Dumpty, pintor del milenio”. Finalmente, sobre la pared, un reloj marca las cuatro y diecinueve, el mes y el día de 1959 en el que nacería el pintor.

 

Si giramos nuestra mirada hacia el lado derecho del cuadro, nos encontramos con el perro que escucha el gramófono y que enlaza con el símbolo de “La voz de su amo” y retratos como su “Santa Cecilia”. Adentrándonos un paso más en esta parte del taller, el pequeño teatro de marionetas quiere ser un pequeño homenaje tanto a los muñecos articulados que solía retratar, como a su inclinación por la escenografía.

 

En el fondo, un cartel azul se despliega algunos diseños de la colección de orfebrería sobre los cinco sentidos que concibió en 1990. Sobre el mismo, colgando del techo, el móvil del avión está inspirado en el aparato que surca “La isla de las pinturas”, un lugar simbólico, casi mágico, que sólo alguien como Sigfrido Martín Begué podría soñar.
 

Enlace en alta resolución: 

www.flickr.com/photos/santasusagna/53139714903

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