Las palabras que nunca decimos son heridas que la caricia del alcohol no puede sanar, como fantasmas atrapados en una habitación sin salida. Las cosas que callamos, incluso a nosotros mismos, se elevan en oleadas contra el pensamiento, golpeándonos en la bruma de la madrugada con un silencio ensordecedor. ¿Por qué todo ocurrió así? ¿En qué pudimos fallar? ¿A dónde realmente tú y yo pertenecemos?
Un día encontraremos razón al sinsentido, fortaleza en la debilidad, esperanza en el dolor. Ojalá llegue el tiempo que sea distinto a las demás y que, deshaciendo el nudo que atenaza la garganta, nos permita aceptar el perdón y el amor para continuar. Ojalá ese día encontremos todas las respuestas que tanto tiempo hemos andado buscando.
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