Entre el simbolismo y el decorativismo, este es un pequeño doble homenaje a la oración de Martin Niemöller y a un trabajo de Gustav Klimt no demasiado conocido titulado “Muerte y vida”. Frente a la intolerancia, la incomprensión o los prejuicios, si escudriñamos nuestra realidad, su mensaje de dolor sigue gravemente presente.
Cuando se acusa a los inmigrantes por venir de donde vienen, a las familias desahuciadas por no saber evitar su desgracia, al pobre que acude a la beneficencia, a las minorías sexuales o culturales que no ocultan su diferencia o cuando apartan a los jóvenes que son la esperanza del cambio… no están señalando a otros, sino a nosotros mismos.
Pero, a pesar de los riesgos que nos acechan, seguimos con los ojos cerrados.
"Primero vinieron para llevarse a los sin papeles
y yo no hablé,
porque yo no era un inmigrante ilegal,
Después echaron de su casa a los desahuciados
y yo no hablé,
porque yo podía pagarme un hogar,
Después acusaron de su desgracia a los pobres y a los parados
y yo no hablé,
porque yo tenía un buen trabajo y un sueldo digno a final de mes,
Más tarde señalaron a los homosexuales y a las otras minorías
y yo no hablé,
porque yo no era de “esos” y nadie de los míos nunca lo sería,
Cuando encarcelaron a quienes alzaban la voz frente a esas atrocidades
tampoco hablé,
porque yo en realidad no quería poner rostro a esa denuncia,
Pero después vinieron a buscarme, y en ese momento comprendí que
ya no quedaba nadie que pudiera hablar por mí."
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