Mushaboom

Acrílico sobre lienzo, 80x80 cm, 2018

Cuando era pequeño un mismo sueño me visitó en más de una ocasión durante las largas horas de la madrugada. Al tocar a medianoche el reloj de pared, me levantaba en silencio de la cama y comenzaba a correr por el pasillo hasta el dormitorio de mis padres, una habitación a la que nunca lograba llegar. La propia velocidad de mis pasos me alzaba en el aire y, en ese estado de la vigilia en el que se confunden lo real y lo imaginario, comenzaba a volar con la mayor naturalidad posible.

 

Leslie Feist publicó en el ya lejano 2004 una canción sobre el hecho de vivir en un pueblo pequeño, sin aparentes alicientes ni expectativas, y la necesidad de tomarse el tiempo necesario para ser feliz. A la canción le acompañó un precioso vídeo en el que la cantante, empujada por su ánimo, se elevaba sobre sus preocupaciones, flotando por el aire, como yo mismo había sentido de niño.

 

Desde entonces, siempre que vuelvo a notar mariposas en el vientre y creo que mis pies empiezan a perder sus pasos izándose sobre el suelo, me sonrío y, como si invocara una vieja palabra mágica, me digo a mí mismo que tengo un día “mushaboom”. Como señala la propia canción, aunque necesitemos muchos años para que nuestro sueldo alcance nuestros sueños, aunque nos descubramos montando un hogar en un humilde rincón alquilado, siempre encontraremos motivos para sentirnos agradecidos, para sentirnos felices por esta imperfecta pero hermosa existencia que nos ha tocado vivir.
 

Enlace al vídeo aquí

 

Enlace en alta resolución: www.flickr.com/photos/santasusagna/42224253090

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