Un manifiesto 
(como otro cualquiera)

Para mí crear es fruto de la necesidad de comprender el mundo para poder reinterpretarlo. El hecho artístico debe plantear preguntas, remover consciencias o despertar emociones en el receptor. Cada obra, entendida así, debe ser un vehículo de comunicación, no sólo un mero ejercicio estético o técnico. En la búsqueda de un mensaje, mi estilo se ha ido empapando de un fuerte componente narrativo y simbólico. Durante muchos años compaginé mi trabajo en una oficina de una universidad con una enfebrecida pasión por la literatura, escribiendo muchos relatos breves, hasta que simplemente decidí ir un paso más allá. Retomé el dibujo que había abandonado en la adolescencia para expresar también con imágenes lo que decían las palabras. De esa naturaleza dual y la mezcla de disciplinas, entre imagen y literatura, surgen cada uno de los proyectos que llevo a cabo. 

En lo visual, el dibujo es la arquitectura de todo, aquello que sujeta la imagen desde la base. No empiezo ningún proyecto sobre el papel o el lienzo definitivo hasta que el esbozo y la elección de la paleta están firmemente establecidos. Por lo que hace a la técnica, me gusta la flexibilidad y la potencia de la pintura acrílica para conseguir cualquier efecto, así como su inmediatez de ejecución. 

A veces es bueno detenerse y levantar la vista del cuadro para preguntarse qué motiva todos estos pasos, qué determina ese impulso para pintar. Me gusta pensar que el creador a menudo es sólo un intérprete de ideas o de personajes que flotan alrededor nuestro, para trasladar sus historias y emociones a un lienzo. La soledad, la camaradería, la reflexión sobre el yo, el poder infinito de la imaginación, la denuncia social son algunos de mis temas recurrentes. Sin embargo, no siempre somos conscientes del riesgo de centrarse en un mundo propio, en ahogarse en uno mismo. Los cantos de sirena de la zona de confort de un autor pueden ser su propia perdición. De este modo, perder nuevas referencias, nuevas influencias que te hagan avanzar, a la larga acaban por empobrecer tu propio arte. Por ello, procuro colaborar con poetas, músicos y otros ilustradores y pintores, en proyectos que llevamos a cabo juntos o están en proceso actualmente. 

La mirada del pintor debe ser permeable a lo que le rodea. Me fascina la capacidad de síntesis de la pintura callejera de Banksy o Morley, el neoexpresionismo que abanderaba la década de los 80 o determinado arte abstracto pero no son mis primeros referentes. Reconozco una sentida deuda con los grandes maestros norteamericanos del XIX al XX, desde Winslow Homer, Edward Hopper o Norman Rockwell, hasta NC Wyeth y su hijo Andrew. Admiro el color de post impresionistas como Gauguin o Derain, pero también figuras más contemporáneas como Hernan Bas o Will Rochfort. 

Barcelona, a 2 de enero de 2023

 

 

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