En la mitad de la vida, al echar la vista atrás, una de las mejores lecciones que he aprendido ha sido entender y disfrutar de los contrastes, saber escuchar la bella música de las notas que sonando aquí y allá, improvisadas e inesperadas, acaban por enriquecer tu propia experiencia.
Cuando era pequeño tenía una amiga que se llamaba Belén. Muchos veranos íbamos mi hermana y yo al patio trasero de su casa y jugábamos en una piscina hinchable hasta que la puesta de sol, más que el cansancio, nos señalaba que era el momento de volver con nuestros padres. Era uno de aquellos afectos tiernos de la infancia, en los que sólo importaba la emoción sincera de encontrarse.
Sin embargo, el cambio del parvulario a escuelas distintas nos fue separando. Con el tiempo, nuevas amistades sustituyeron a aquellas forjadas en los primeros años de vida, dejando en su lugar una cálida huella en el recuerdo.
Mucho más tarde, ya en plena edad adulta, supe a través de terceras personas que aquella niña había tomado una gran decisión. Belén se había convertido felizmente en Moisés. Después de un instante de sorpresa, procuré ponerme en su piel y comprendí que se debía tener mucha entereza para dar aquel paso. Ser consecuente con lo que uno siente, a pesar de los prejuicios y de los rechazos que pueda acarrear, no está al alcance de corazones cobardes.
Pero, por desgracia, no todas las historias de cambio tienen ese final, incluso hoy en día, como no han cesado de advertirnos las noticias. A menudo, cuando vuelvo a pensar en ello, intuyo que la sociedad teme a la diferencia, como si no fuera consciente de que son precisamente los múltiples matices quienes la enriquecen.
Romper las convenciones, en realidad, nunca ha resultado sencillo. Quentin Crisp (1908-1999) fue un escritor británico, de afilado verbo y vestimentas femeninas, que bien describe la transgresión como motivo de vida en su libro “El funcionario desnudo”, publicado en el ya lejano 1968. En otro género de transformación, la más reciente “La chica danesa” (David Ebershoff, 2000), sobre la vida de Lili Elbe y Gerda Wegener, puede abrir un debate público más honesto sobre el tema. Ojalá que así sea.
En el transcurso del tiempo, he comprendido que abrazando la diversidad he podido encontrarme. Por las grietas de esas normas, tan severas como en gran medida caducas, la vida siempre ambiciona y logra escapar. La tolerancia nos hace en el fondo a todos más libres. Esa es la más sabia lección de todas. Quienes eligen la libertad, nos hablan cada día con su ejemplo. Ellos abren un camino para que todos a nuestra manera podamos seguirles.
Sobre la obra
Quizás la mayoría nos hemos sentido alguna vez extraños delante del espejo, esperando que nuestro reflejo fuera más bello, o soñando simplemente ser otra persona. Aceptar quienes somos no debe impedir desarrollar nuestra identidad. No debe disuadirnos de alcanzar lo que en nuestro interior creemos ser.
Las flores que se presentan cerradas y ya abiertas simbolizan aquello que debe despuntar para alcanzar su esplendor. De la misma manera, la naturaleza nos brinda muchos ejemplos de su poder transformador. La hermosa metáfora de las mariposas es singular en ello: sólo en su estado más avanzado, definitivo, despliega su auténtica belleza.
No es un proceso fácil. A menudo los contratiempos pueden superar nuestras fuerzas. Si la penumbra simboliza el desaliento, la luz que se abre paso por las ventanas nos dice que la esperanza será nuestra más incansable compañera.
Enlace en alta resolución: www.flickr.com/photos/santasusagna/25338310250
Necesitamos su consentimiento para cargar las traducciones
Utilizamos un servicio de terceros para traducir el contenido del sitio web que puede recopilar datos sobre su actividad. Por favor revise los detalles en la política de privacidad y acepte el servicio para ver las traducciones.